Este es un espacio para que publiques, en formato literario o periodístico, tus reflexiones acerca del complejo mundo que abarca la realidad educativa de nuestro centro.
CUENTO ABSURDO (cuentos del San bernardo 2.0)
Artículo de opinión firmado por «El gato con botas», a 17, 2, 2010
(Este relato es de ficción y tiene lugar en una va-rriada pequeña, en una época en que se disponía de muchas ventajas para traer niños al mundo y poco tiempo para dedicarles.)
Aquella mañana, los niños de la va-rriada salieron del aula nocturno-matinal (más bien nocturna que matinal) para contemplar, como de costumbre, el paso del arroyo que había asentado su cauce justo a través del mismísimo centro del edificio escolar. Con el tiempo habían puesto un puente, de forma que fuera más fácil pasar a las dependencias del otro lado. El arroyo resultaba mucho más divertido que la alberca, que no piscina (ya que no precisaba de floculante ni algicidas) que había en el patio , la cual, aunque les permitía desarrollar sus imaginativos juegos de equilibrio y deslizamientos varios sobre agua, no albergaba en sus profundidades tantos tesoros como los que transportaba el arroyuelo. Solían, como digo, sentarse a orillas del venero y con chambeles y palos intentaban pescar a su paso objetos diversos que descendían arrancados de la mismísima tierra de la colina cercana.
Luego, tras el horario de clases en que los mayores disfrutaban de sus ordenadores personales y pantallas digitales para asomarse a las maravillas del mundo sin tener que pasar por el engorroso trámite de desplazarse al campo o a las granjas, alguno de sus siete profesores los dejaban ante las puertas del comedor escolar junto a la que, después del almuerzo, podían realizar una de sus actividades favoritas: mariscar en las charcas naturales que, debidamente ordenadas por todo el perímetro del patio de recreo, servían de hábitat a interesantísimas especies vegetales que a su vez proveían de alimento a una incipiente colonia de pequeños crustáceos y larvas que se reproducían en ese estupendo caldo biológico. No se puede imaginar el alboroto que se formaba en torno a semejantes criaderos, cuando decenas de pequeños remangaban sus pantalones para, cubito en mano, adentrarse en la excitante tarea de atrapar algún espécimen vivo y coleante.
Bien es verdad que algunos de ellos preferían solazarse en el coqueto patio del mini golf que les ofrecía la oportunidad de desarrollar su motricidad con efectos tan reales como el de los numerosos fosos de agua concebidos para aumentar el handicap. Otros en cambio optaban por seguir jugando en el porche, lugar bajo cuya protección, y a falta de otro espacio, centenares de pequeñas manos, a fuer de agarrarse, habían logrado pulir las otrora afiladas aristas de sus pilares de hormigón, para alivio de sus cabecitas.
Y tras la diversión, al trabajo otra vez: las clases de idioma o de apoyo para reforzar todo lo que no hubieran comprendido bien, a gusto entre sus compañeros y atendidos por esforzados profesores y monitores.
Cuando volvían a casa, felizmente agotados, sin pizca de energía pero hasta arriba de vivencias y de nuevos conocimientos, ya casi había oscurecido y tenían que hacer un último esfuerzo para cenar, asearse, hacer los deberes y meterse en la cama para volver a empezar a la mañana siguiente. Los padres, un pelín irritados por tanta cháchara súbita con la que sus vástagos narraban los acontecimientos del día, les incitaban a desconectarse pronto para estar en forma al día siguiente.
Cuentan que cierta noche uno de los chicos anunció a su madre, medio adormilado, que quería quedarse a vivir para siempre en su colegio, (cosa, que dicho sea de paso, en estas circunstancias, no era de extrañar). Cuando la madre se lo contó a su marido y éste hubiese relatado el incidente a otros padres y madres, por la va-rriada empezó a correr un run run de que tal vez algo se estaba tal vez saliendo de madre y que quizá fuera oportuno replantearse de nuevo si se estaban haciendo bien o no las cosas.
Y es que, como decía el filósofo: «en el término medio de todo reside la verdadera sabiduría.» ¿o no?
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Pasodoble comparsa «medio siglo» (carnaval de Cádiz 2010)
Coplilla de la comparsa gaditana Medio Siglo dedicada a los profesores y que interpretaron durante la reciente final del concurso de agrupaciones carnavalescas del Teatro Falla de Cádiz de 2010, enviado por «manolin Santos»
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UN APLAUSO AL TUTOR/A
Especialmente en estos días, siento la obligación moral de dedicar mis respetos y admiración a la figura del tutor/a. Ese profesional que a diario se ENCIERRA con (un poner…) veinte personitas, veinte proyectos de adulto, con toda la responsabilidad que ello conlleva. A menudo el encierro puede abarcar la friolera de cinco horas SIN INTERRUPCIÓN (en invierno también trabajan y muchos de esos días llueve…). Durante todo ese tiempo, el hoy homenajeado se esfuerza en atender, orientar, ilustrar, asesorar, guiar, informar, evaluar, relajar, apaciguar, reprender, corregir, sancionar, aconsejar, proteger, consolar, disuadir, rectificar a “sus” tutelados como si fuera una máquina pero con el corazón en una mano y la tiza en otra, la garganta, el cerebro, los sentidos y el sistema nervioso tensados siempre al límite, porque así es su trabajo, un día y el otro también. (¿Es que alguien tendría la convicción suficiente para achacarme que quizás exagero?). Y por favor, hablando de funciones laborales, no se puede meter en el mismo saco a todo el personal docente, ya que algunos se pierden el tremendo privilegio de poder experimentar, aunque sea por una vez en su carrera, tan exquisita y delicada experiencia, que suele acabar prematuramente con más de un organismo, físico o mental. Siempre he oído decir a los más veteranos que para consagrarse en el magisterio hay que haber ejercido la tutoría alguna vez.
De modo que hoy, en la antesala de unos días muy sensibles, no he podido reprimir mis enormes ganas de dedicar, porque se lo merecen y se lo han ganado, a esas/os abnegados/as TRABAJADORES, un enorme aplauso.
PS: Por bien de todos, y aparte de lo dicho, deberíamos desearles a todos ellos/as, amén de unas merecidas vacaciones, que los Reyes les traigan mucha salud para que así, cuando cada mañana ellos/as den inicio a su tremenda tarea humana, el mundo pueda a echar a andar un día más.