Como si de un nuevo afluente del Guadarranque se tratara, cada vez que llueve de forma intensa, un RIO de agua y barro se abre paso a través de nuestro colegio dividiéndolo en dos mitades, en cuya ribera sur queda aislado, semiinundado y al albur de las inclemencias, nuestro bloque de Infantil mientras el resto del edificio escolar se transforma en una isla en medio de un caótico pantano de barro y residuos procedentes de la colina próxima.
¡Y ya van dos veces en menos de un mes! ¿Qué va a pasar cuando llueva de verdad de la buena?
Hoy, la gran mayoría de los padres de nuestros alumnos han tenido que recoger a sus hijos mucho antes de que finalizara la jornada escolar con el miedo en los rostros y la huella del agua más arriba de los tobillos.
Pero…¿alguien tendrá que arreglar esto de una vez? ¿no?
(De momento y por si las moscas, tod@s deberíamos comprarnos esta tarde unas botas de agua.)
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A mis compañeros de fatigas y charcos, gracias por vuestra colaboración y ánimo. No se que haríamos sin vosostros.